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Diseñá amando el proceso

En el posteo de "la evolución de un proyecto" - sí, parece que todos mis post están interrelacionados - te conté cómo me paro a la hora de empezar mi proceso creativo: qué pasos tengo en cuenta para comenzar, qué posibilidades analizo y cómo lo materializo.


Te cuento cómo nace y evoluciona el diseño a nivel personal y profesional, pero sólo desde el lado individual.


Aun que, como sabemos, no es el interiorista quien toma las riendas del diseño ni decide los cambios finales, sino el cliente.


Y eso es de lo que vamos a estar hablando hoy, de cómo se toman las decisiones en la relación profesional-cliente.


Personalmente creo que esta relación es la base de un proyecto. Ya que al momento de aceptar un trabajo, dejo de ser un yo individual y pasamos a ser un equipo.


Entenderse con el cliente es esencial, valorar el rol que juega cada uno y apoyarse mutuamente en el proyecto puede lograr espacios mucho más ricos - además de dejar una buena relación y contacto una vez terminado el trabajo -.


Entonces, ¿cómo transcurre este proceso?


Lo primero a tener en cuenta es el brain storming. En el posteo anterior te conté la importancia de saber el plan de necesidades de la familia, pero también es sumamente importante saber que estilo de deco les gusta.


Muchas veces, quien te contrata no tiene muy en claro qué es un estilo o con cuál se identificarían. Y ahí es donde empieza el brain storming.


Juntos vemos fotos, tiramos ideas y hablamos de qué lugares deco o inspiraciones les gustan.


En mi caso, siempre les recomiendo que sigan buscando fotos de espacios y me las manden: esto lo hago porque se de primera mano que no se puede definir algo - en este caso un estilo - de un día para el otro, y menos si están muy indecisos.


Como mi proceso creativo ronda las dos semanas, les doy ese tiempo para que pregunten e investiguen, así podemos ir modificando las ideas juntos.


Una vez terminados los diseños, los analizamos juntos.


Este es un momento de prueba-error, ya que algo que me gustó a mí puede no identificarse con ellos o viceversa.


Cambiamos, revemos, analizamos, charlamos. Todo lo que necesitemos para saldar nuestras dudas y cerrar el diseño al 100%.


¡Listo!, cerramos el 3D. ¿Y ahora?


A concretarlo.


A lo largo de mi carrera comprendí que lo que vemos materializado en un render no siempre termina siendo el proyecto final. Y es que a lo largo de la obra pasan imprevistos que nos llevan a modificar lo que un día habíamos dado por sentado.


Y por imprevistos no me refiero únicamente a cosas estructurales, no.


Teniendo en cuenta que una obra sobrepasa el mes - y puede durar hasta cuatro dependiendo el nivel de la remodelación -, los cambios de opinión son algo más que viable.


En ese tiempo volvemos al paso de prueba y error: Cambiamos, revemos, analizamos, charlamos.


Y lo que antes parecía algo seguro comienza a transformarse.


Me ha pasado de diseñar un cuarto con tonos azules y muebles mandados a hacer a medida, y terminar pintándolo de beige y dejando los muebles preexistentes.


O de no diseñar un baño, habiendo asegurado que no lo íbamos a remodelar, y terminar haciéndolo de cero sobre la marcha.


Y es lógico, muchos factores influyen en las opiniones del cliente a lo largo de la obra - presupuesto, opciones de mobiliario, cambios de colores, tiempos -, y tenemos que estar al tanto de esto para que no nos sorprenda en medio del proceso.


Diseñar es un proceso hermoso, incierto, divertido, sorpresivo, trabajoso y estresante entre muchas otras cosas.


Es donde dejamos de ser profesional-cliente y pasamos a sumar a un equipo de trabajo tercerizado. Donde comienzan a involucrarse más profesionales, se modifican los tiempos, valores, gustos. Donde dejamos de ser los dueños totales del trabajo para dejar que todo fluya.



 
 
 

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Martina Kleinert - diseño de muebles y espacios

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